No basta con firmar el armisticio. Una vez enterrada el hacha de guerra, las altas cortes tienen que limpiar su casa de clientelismo y politiquería. ¿Será que en su reunión de Cartagena de esta semana hablaron del roscograma de la Justicia.
Por lo menos, estoy segura de que circularon chismes sobre la denuncia del magistrado de la sala laboral Luis Javier Osorio, quien aseguró que le ofrecieron puestos a cambio de su voto por Margarita Cabello. Porque en los pasillos judiciales quedaron perplejos de que él fuera el sapo. Cuentan que cuando su esposa, Martha Luz Hurtado, fue nombrada fiscal delegada en tiempos de Luis Camilo Osorio, había un pago por adelantado: la sala laboral de la Corte votaría por un amigo del citado ex Fiscal General y hoy embajador en México, que al final no fue ternado.
Podrían hacer cuentas de los puestos que tiene cada uno en los organismos que dependen de su voto, incluidos quienes ya dejaron la toga, como el ex magistrado Carlos Isaac Náder, que tiene a su hijo como asesor de su íntimo Guillermo Mendoza. Verían que se asemeja al árbol genealógico de una familia real y mientras pretendan continuar alimentándolo, el mensaje que transmiten es nefasto.
Cito unos pocos casos de la Suprema para no aburrir demasiado: Leónidas Bustos tiene a un sobrino que maneja la planta de personal de la Fiscalía y a la esposa en la Procuraduría, el mismo lugar donde labora, ahora en un puesto alto, la mujer de Yesid Ramírez y familiares de Jorge Luis Quintero y Alfredo Gómez Quintero. Por esa razón debieron declararse impedidos para investigar al procurador general Ordóñez.
No son nada originales, que conste; el hábito viene de lejos y por eso me pareció cómico que anunciaran una investigación exhaustiva de la denuncia arriba mencionada. Pocos pueden tirar la primera piedra si no quieren que les saquen al baile. Recuerden que siendo Edgardo Maya Procurador, los magistrados del Consejo de Estado de entonces, Alejandro Ordóñez, Germán Rodríguez Villamizar, Ramiro Saavedra y Rafael Lafont tampoco pudieron investigar al citado personaje porque tenían familiares trabajando en el Ministerio Público.
Y es que ese alto tribunal tiene una habilidad pasmosa para conseguir puestos. En el 2008, y me perdonan la cita, escribí sobre algunos de sus miembros: "La esposa de Filemón Jiménez es Procuradora en Tunja; la hija de Gustavo Gómez, Procuradora Judicial en Bogotá; el hijo de Berta Lucía Ramírez ocupa un cargo igual; la hermana de Juan Ángel Palacio, Procuradora Agraria en Antioquia; la esposa de Rafael Lafont, Procuradora Judicial en Cundinamarca".
Un año más tarde, en el 2009, me ocupaba de lo mismo, pero en la Corte Suprema, y preguntaba a Guillermo Mendoza cuántos recomendados de los magistrados Quintero, Ramírez o Espinosa mantuvo en los puestos que les regaló Iguarán, y a cuántos de su buen amigo Ricaurte nombró nuevos.
Ya ven que soy repetitiva -y eso que no menciono al Consejo General de la Judicatura, porque necesitaría doble espacio- y los magistrados dirán que hago parte de la conspiración palaciega para desprestigiarlos, pero la realidad es que no muestran la menor voluntad de abandonar las prácticas que denigran la majestad de sus cargos.
No tiene presentación un viaje a China de varios magistrados para, según dijeron, analizar su sistema judicial, si aquello es una dictadura. Como no lo tiene que sean incapaces de ponerse de acuerdo para elegir un presidente de Corte Suprema y siga en calidad de encargado Jaime Arrubla, y no creo que sus compañeros lo rechacen porque amenizara con su portentosa voz las veladas de Giorgio Sale.
Si la Justicia no se depura, si no marca la pauta, será imposible desterrar la corrupción. Con un gobierno que la respeta y un país que la necesita fuerte, independiente y honrada, ya no tienen excusa para demorar el cambio.
Salud Hernández-Mora
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